lunes, 19 de abril de 2010

La Muerte...

La muerte se acerca a mi alma
paciente, lenta, y extiende su mano
fría, firme, destructora.

Se me acerca y me mira, fría
y no me dice palabra alguna, solo silencio
acompañado de angustia, de dolor.

¿Quién te envía? Pregunto llorando.
¿Quién me quiere muerto? Reclamo a gritos.
Y la muerte me mira a los ojos y sonríe.

No me responde y me extiende su mano,
intenta tomarme, pero me opongo, me resisto.
Y me mira y su mirada me hiela
y el dolor corre por mis venas,
siento el miedo herirme el pecho.

La angustia me llena y grito de nuevo
¿Quién te envía?, ¿Por qué no hablas?
Ella, solamente sonríe y me mira,
con profundos ojos llenos de vacío,
llenos de soledad.

No puedes llevarme, mi vida no es mía.
Le grito, le exijo, le lloro.
Y solo me sonríe, con una sonrisa
de burla, de desprecio.

Sin preguntarme, le respondí:
Mi vida es mi amor, la mujer
que más amo, adoro y aprecio,
ella es mi vida, mi alma.

La muerte lentamente baja su brazo
y sin decir palabra alguna,
me mira y continua sonriendo
entiendo: Quiere que continúe.

Mi vida es de ella,
con nadie se compara,
con su voz me calma
y su mirada me arrulla,
con sus brazos construye mi cama
y nadie me aparta de ella,
y nadie la ama más que yo.
¿Quién te envía?

La muerte continua sonriendo
con su mano baja y su mirada fría,
no dice palabra, no cambia su gesto,
entiendo: Quiere escuchar más.

Mi vida le pertenece,
su cuerpo me da el calor
que el sol no puede
y su sonrisa cela a las estrellas,
es mi universo, nada se le compara:
Nadie tiene su piel, nadie tiene sus manos,
nadie su mirada, su pasión, su comprensión.

La muerte continua en su sonrisa burlona,
mirándome a los ojos, el miedo se respira
y su mano la mantiene baja, esperando,
tal vez, quiere oír más de ella.

Ilumina mis noches, y cuida mis sueños
sus abrazos me protegen del cruel frío del invierno.
Y cuando amanece, y el sol nace
me despierta el suave tono de sus caricias.
Y el color de sus labios me da vida
cada vez que me besa.

La muerte me miro entonces,
cambiando sus rasgos alguna vez indelebles,
sus ojos se llenaron de tristeza
y su sonrisa de burla y desprecio se transformó
en un gesto de dolor, de lastima.

Por favor no me lleves contigo
le lloro, le clamo, le grito
la amo, la adoro, más que a nadie,
mi vida es de ella, no puedes matarme.

La muerte levanto su brazo de nuevo
extendió su mano, y por primera vez
escuche su voz, mis piernas temblaron,
mis fuerzas me abandonaron.

Su voz no tiene comparación,
eran fuertes truenos, profundos ecos,
una voz ausente de alegría, de miedo,
pero aun asi, se reflejaba tristeza y lastima
en su fría voz, en su rostro triste,
y en su gesto, donde antes estuvo la sonrisa burlona.

Déjame tocarte, te juro no sufrirás,
deja que mi mano toque tu rostro,
permíteme, te prometo, morirás en paz
no tienes porque sufrir más.

No, no te lo puedo permitir, grito.
Siento miedo, dolor, angustia,
¿Quién te envía?, dime ¿Quién?

Permite que mi mano te toque,
no necesitas saber quien me envía
te juro tu amor, tu vida, estará bien.
Solamente permíteme, solo asi morirás
en paz, sin sufrimiento.

¡No!, no puedo, dime por favor,
¿Quién te envía? ¿Quién me quiere muerto?
No puedo, permíteme tocar tu rostro
creeme no quieres sufrir, dijo la muerte
en un tono de angustia y tristeza.

¡Dímelo!, le exijo, aumentando el tono de mi voz


La muerte bajo su brazo nuevamente,
hablando con su voz llena de tristeza:
Me envía alguien
cuyos brazos, son tu cama, tu abrigo,
cuya voz, te calma, te arrulla,
quien con su cuerpo te da calor,
ilumina tus noches y cuida tus sueños.

El mundo a mi alrededor se derrumbó,
mi corazón dejo de latir, mis piernas flaquearon,
las lágrimas brotaron de mis ojos como cataratas,
mientras la muerte permanecía frente a mi,
con su brazo bajo, y su mirada triste.
Mis ojos se cerraron lentamente,
y caí arrodillado, adolorido,
mi corazón, no latía más,
la sangre no fluida en mis venas.
¿Ella? dije y caí al suelo
Sin aliento, sin vida.

La muerte triste miro mi cuerpo sin vida
y adolorida supo lo que era amor,
supo que este podía ser la vida misma,
pero cuando hiere, mata
y causa más sufrimiento
que una caricia de su mano portadora de muerte.

Y triste abandono mi habitación,
adolorida, su trabajo esta terminado,
y lo más extraño,
nunca toco mi rostro con su mano.



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